miércoles, 1 de febrero de 2023

Alfredo Rotella Morán, de Sama de Langreo

 


Alfredo Rotella Morán nació en Sama de Langreo, Asturias, el 9 de Diciembre de 1.922. Hijo de Alfredo Rotella y de Olvido Morán. Fue el mayor de tres hermanos. Su padre era minero y su madre costurera.

Allá por 1.925 en la época de Primo de Rivera, su padre es nombrado delegado sindical y en una lucha laboral lo expulsan de España y tiene que marchar con toda su familia a Francia, en ese momento Alfredo tenía sólo dos años , se fueron a la región de París donde vivían familiares suyos .

Después cuando se proclamó la República en 1.931, regresaron a Asturias. Su padre participó en la revolución de  “Octubre” de 1.934 y sufrió prisión.

Durante la guerra civil, en 1.936, el padre lucha defendiendo la república y muere en el frente. A la madre como viuda de guerra, el gobierno republicano la llevó junto a sus hijos y muchas otras familias en su misma situación al puerto de Gijón y los trasladó en barco a Francia. Desembarcaron en la ciudad de Burdeos y de allí los enviaron en tren a Cataluña.

Pasaron un tiempo en Barcelona, donde Alfredo acudió al instituto Pi i Margall. Cuando se produce la caída de Cataluña ante las tropas de Franco, huyen a Francia. Pasan la frontera por Figueras y cruzan los Pirineos a pie el 5 de Febrero de 1939.

Una vez en territorio francés los llevan al departamento de Gers, al lado de Auch, en Pessan, donde había muchos españoles. Los trasladan hasta allí en camiones. Ellos por haber vivido en Francia se desenvuelven bien con el francés y a su madre la cogieron para que hiciera de intérprete. En esta región su familia se quedó durante años . Él trabajó como panadero hasta que se declaró la guerra mundial, en ese momento empezó a colaborar con la resistencia y el 13 de diciembre de 1943 es detenido en Pessan por milicianos de Pétain junto con otros dos compañeros y les envían a Calais, en el norte de Francia, con el fin de entregarlos a las tropas nazis para trabajar en la fortificación Atlántica. Se escaparon durante la noche, pero en dos o tres días volvieron a caer en manos de la Gestapo. Los llevaron a la prisión de Biarritz, donde fueron condenados por terrorismo y sabotaje; después a Fort du Hâ, un castillo-prisión de Burdeos, y al campo de Compiègne-Royallieu, al norte de París. De allí lo deportaron en uno de aquellos trenes ganado a Buchenwald el 29 de enero de 1944. Este viaje duró tres noches y tres días, cuenta Rotella:

“Nos dieron una barra de pan y una salchicha de perro como única comida, con sed,
sin agua y bajo la constante amenaza de las ametralladoras de las SS, fue un viaje muy duro, sin aire, sin poder escapar, con compañeros muertos alrededor. Lo malo fue que parece, que unos compañeros intentaron huir y las SS se dan cuenta…Entonces nos sacaron a todos del vagón y en la nieve nos pusieron desnudos completamente. A continuación nos metieron en otro vagón y seguimos así hasta que llegamos a la estación de Buchenwald.
Fuimos un kilómetro o más caminando desnudos hasta la entrada del campo
¡¡ Pero desnudos!!¡¡ Eran las tres de la madrugada y el suelo estaba nevado!!”

Alfredo siempre recordaba “el frío que pasó” en los campos de concentración en Alemania.

En este mismo tren también viajaba Jorge Semprún.

Cuando llega a Buchenwald le ponen el número 44.321. Le hicieron trabajar dentro de una fábrica donde hacían aparatos para aviones, a él le encomendaron primero la limpieza y luego le hacen trabajar de tornero. Tiene la suerte de trabajar en el interior y así poder eludir el frío de aquel lugar, donde estaban a – 25 grados.

El 26 de octubre de 1944 lo trasladan junto a otros 200 presos al campo de Neuengamme, donde llegan el 27 de Octubre de 1.944. Asignándole el Nº 63.667. Este campo está cerca de Hamburgo, al norte de Alemania, un campo construido originalmente donde había una fábrica de ladrillos.

Se queda allí poco menos de un mes y el 14 de Noviembre de 1.944 sale hacía el Komando Hohwacht. Este Kommando está ubicado en el borde del mar Báltico, en la región de Kiel.

Llegan el 16 de noviembre de 1944. Allí trabaja en piezas de cohetes V1 y V2. Está acompañado de tres españoles, detenidos como él en Francia (Esteve, Lancía, Izpizua). Permanecen en Hohwacht hasta abril de 1945 cuando los evacúan; uno de los guardias que habla francés les ayuda a pasar al otro lado del canal de Kiel, donde les abandona, para volver a su casa, ya que la guerra había terminado.

Entonces ellos deciden regresar al campo central de Neuengamme, en Hamburgo y allí no encuentran a nadie. Después de diversas vicisitudes, el 20 de mayo de 1945 consiguen que camiones de la Cruz Roja los repatríen a Bruselas y de allí a Francia, donde se asienta

.

Residió en Eauze (Gers), donde se casó y formó una familia. Falleció el 5 de Marzo de 2020 en el hospital Condom (Gers) Francia.

 

 https://amicaldeneuengammesp.org/biografias/alfredo-rotella-moran/

Biografía cedida por Amical de Neuengamme

FUENTES:

_Libro: “Vivos en el averno nazi “de Montserrat Llor . ed . Crítica.

_Botelin. “Le Sarment” Nº ( 287 ) ( enero-febrero 2.003 ).

_Exposición “Sufrir la guerra, buscar refugio” grupo “Eleuterio Quintanilla”.

_Archivos Arolsen

_Biografía escrita por Amical de Neuengamme.

© Amical Neuengamme

 

Vicente García Riestra, de La Pola Siero

 




VICENTE GARCÍA RIESTRA. (LA POLA SIERO. ASTURIAS 1925 - TRÈLISSAC, DORDOÑA, FRANCIA 2019) Último superviviente de origen español del campo de concentración nazi de Buchenwald, Alemania.

UN EJEMPLO DE COHERENCIA ÉTICA Y CIUDADANÍA Vicente García Riestra, “nuestro abuelo del pijama a rayas”, como se refirieron a él los periódicos, trascendió su condición de víctima de familia represaliada, de exiliado, de deportado a los campos de concentración nazis, para asumir el papel de transmisor de la memoria en el sentido que el filósofo alemán de origen judío Theodor Adorno llamó "nuevo imperativo categórico", según el cual, los supervivientes de la muerte en los suplicios hitlerianos, sólo tenían un deber: "pensar y actuar de modo que Auschwitz no se repita, que no ocurra nada parecido (…) actuar para que lo atroz no se reproduzca ni caiga en el olvido, asegurar la unión con quienes han muerto en tormentos indecibles". Y para que así fuera, Vicente optó en cada una de las circunstancias extremas en las que le puso la vida, por la respuesta superior y virtuosa formada en el compromiso, la conciencia y el perdón. A Vicente García Riestra le quitaron todo. La guerra le arrancó la infancia y la posibilidad de estudiar. Le arrebataron a buena parte de su familia: padre fusilado, hermano asesinado y otros dos hermanos penados y desterrados. Le quitaron la casa y todos sus recuerdos y con 13 años le convirtieron en un niño refugiado en Torrent Bo, Barcelona, a la que llegó, huyendo en un barco inglés desde el puerto de Gijón en 1937. Esos momentos forjan el carácter de una persona: en diciembre del 2018 se recuperó en Nueva York, en los archivos de la asociación “Friends of the Spanish Democracy” que apadrinaba refugiados de la guerra, una carta manuscrita que Vicente había escrito en 1938. En ella daba las gracias por lo que le habían hecho llegar sus padrinos y por todo lo que tenía: comida, ropa y buen trato. En esas palabras ya enseñaba los rasgos fundamentales que lo definirán para siempre: ausencia de ira o deseo de venganza, humildad y agradecimiento y también toda la esperanza que cabe en un niño de su edad que ambiciona estudiar y llegar a ser “chofer”. En 1939, con la entrada de las tropas franquistas en Barcelona, solo, se une a la desbandada que quiere llegar a Francia. En plena travesía de Los Pirineos es herido en una pierna por la Legión Cóndor que ametralla las columnas de refugiados. Evacuado al Hospital de Le Mans, consigue contactar con el resto de su familia que había llegado a la Dordoña. Y Vicente, aún niño, vuelve a responder dispuesto, ayudando al sustento familiar en cualquier labor agrícola allí donde le llaman. Pero la conciencia y su espíritu inquieto y vital le pide más. Tras descubrir el destino aciago de su familia en Asturias, su reacción ante la ocupación alemana es unirse a la Resistencia: enfrentarse al mal que supone el nazismo. Se incorpora como enlace al grupo de maquis de su región, hasta que el 21 de diciembre de 1943 es detenido junto con todos sus camaradas. Entonces pasa a manos de la Gestapo y es sometido a torturas que le dejan secuelas permanentes. En el interrogatorio se acoge a la memoria del padre para no rendirse. Como resultado de la detención es enviado a morir como mano de obra esclava al campo de concentración de Buchenwald dentro de la operación “Espuma de mar”, diseñada para acabar con la resistencia en la Francia ocupada. En el campo le vuelven a quitar todo: su pelo, sus escasas pertenencias, cualquier recuerdo y lo peor de todo: su nombre, su identidad: pretenden negarle la simple condición humana. Le asignan como él decía “su número de matrícula”, el 42.553, y un uniforme a rayas con un triángulo rojo con la “s” de spanier, pero Vicente otra vez de la mano de la conciencia de enfrentarse al mal totalitario pasa a colaborar con la resistencia interna del campo y llega a ceder su comida una vez a la semana para ayudar a otros más necesitados. En los momentos finales del cautiverio participa en la auto liberación del campo el 11 de abril de 1945. Con 28 kilos y tras quince meses de cautiverio, recibe de pie, a los americanos a las puertas. Por fin, el 25 de mayo regresa a Francia, a Caduin en la Dordoña, donde residirá como apátrida y refugiado desde que España, a través del decreto de Serrano Suñer de 1940 le quitara la nacionalidad, y retoma su lugar en la vida civil en el ámbito de la construcción hasta su jubilación. Sin embargo, la experiencia en el infierno en los campos permanece en él. Durante 60 años calla su testimonio por miedo a la incomprensión, por proteger de nuevo a su familia de la memoria de ese punto

final que supuso el apocalipsis de la deportación y el exterminio. Hasta sus últimos días, confesó, seguía despertando con la pesadilla de seguir en Buchenwald. Vicente rompió su silencio con la irrupción del “negacionismo” y la sombra del pensamiento totalitario en Europa que le hicieron conjurar sus miedos y consagrarse al deber superior de explicar a los más jóvenes qué fue la barbarie nazi. Y lo hace como superviviente y testigo dando su voz a aquellos “que ya no están y que nunca pudieron hablar”. Desde el año 2007 da charlas a escolares: “Todo lo que hago es para ellos, para que sepan, para que nunca más se repita.”, repetía. Y esta es la virtud esencial de Vicente García Riestra: asumir con abnegación y sentido crítico la labor de ser el último hilo de luz que nos une a la memoria y padecimientos de tantísimos hombres y mujeres buenos de los que nunca sabremos nada, silenciados por su defensa de la libertad y de sus ideas. En el comportamiento ejemplar de Vicente García Riestra reconocernos los mejores valores que deseamos para nuestra sociedad. La República Francesa así lo hizo, ofreciéndole la nacionalidad tras treinta y seis años de ser apátrida y honrándole con las más altas condecoraciones del estado incluida la Legión de Honor en 2018. García Riestra nunca cesó en reclamar la injusticia permanente que supuso para tantos como él, el ser privados de la nacionalidad española que no hacía más que subrayar el abandono institucional que todos los exiliados españoles padecieron. Siempre recordaba con tristeza contenida cómo en la liberación de los campos: “las delegaciones de países iban llegando, atendiendo y llevándose a sus nacionales, menos a nosotros. Nunca vino nadie por nosotros.” Quedará en la memoria de los asistimos a sus funerales de estado, el respeto inmenso, el cariño de sus vecinos, amigos y camaradas y el honor rendido por una multitud de banderas de la república que lo reconoce como héroe. Este camino de honor continuó a lo largo de estos años en España y en su Asturies natal y que lo reconocieron públicamente y consecutivamente con el Expediente de Reparación como víctima de la dictadura por parte del Ministerio de Justicia de España con la más alta condecoración asturiana: Medalla de Oro de Asturias por su ejemplo ético y ciudadano. Vicente García Riestra, deja para las generaciones futuras, el referente de su comportamiento y testimonio al que nos debemos. El poeta francés Paul Éluard escribió – "si el eco de sus voces se debilita, pereceremos". Nos corresponde ahora a nosotros hacer que su voz clara prevalezca.

Xuan Santori

GRUPO DEPORTADOS ASTURIAS

                                                       Homenaje en la Xunta el día 3 de febrero de 2023 El principal objetivo del Grupo Depo...