Emilio Puente Pérez, nació en La
Riera de Covadonga (Cangas de Onís), el 9 de mayo de 1910; tuvo el rango de teniente de las
Guardias de Asalto y durante la guerra civil,
se había dedicado a dibujar los planos militares del V Cuerpo. Al acabar la
guerra, se exilió en Francia y allí se alistó en una Compañía de Trabajadores
Extranjeros (C.T.E.) y fue destinado a la Línea Maginot, junto a su compañero y
cuñado el llanisco, Emilio Valdajos.
El 22 de junio de 1940, a la
misma hora que los mandatarios franco-alemanes sellaban la capitulación de
Francia, quinientos mil combatientes de varias nacionalidades se rendían entre
Saint-Dié-des-Vosges y Épinal al invasor nazi, entre ellos algunos miles de
republicanos españoles, como Emilio Puente.
Tras ser apresados, los
prisioneros de guerra fueron encerrados en improvisados campos de detención que
los militares alemanes denominaban Frontstalag. Recorrieron a pie los 150 km. que
separaban Epinal de Estrasburgo.
Las autoridades nazis pretendían
utilizar la ciudad como un enorme Stammlager o centro de detención. Ya desde la
primera guerra mundial los alemanes solían denominar a este tipo de campo de
prisioneros como Stalag y los clasificaban en números romanos. Así, el espacio
donde encerrarían a los miles de cautivos de Estrasburgo sería conocido como el
Stalag V-D. Y los prisioneros serían recluidos en diversos puntos de la ciudad.
Una vez instalados, los presos
fueron registrados con un número personal, y asignados a un grupo de trabajo
específico. En aquellas primeras jornadas de cautiverio no hubo malos tratos,
el hambre que pasaron fue atroz. Cuando llegó el otoño, el control sobre los
prisioneros fue haciéndose cada vez más estricto y aparecieron
los primeros agentes de la Gestapo, y con ellos se dio inicio a los interrogatorios
individuales de los republicanos españoles.
El 11 de diciembre de 1940, ochocientos
cuarenta y seis hombres fueron sacados apresuradamente en uno de los trenes que ya tenían preparados.
En los vagones se podía leer el rótulo de “ocho caballos, cuarenta hombres”,
esto es, que en él cabían el número de caballos o personas indicadas. El vagón
se había llenado sin tener en cuenta su capacidad y los guardianes no habían
previsto nada para combatir la sed, las deposiciones fecales ni para la orina
en los furgones. Únicamente se había colocado alambre de espino en las ventanas
y cerrojos para evitar posibles fugas, a pesar de que la puerta se encontraba
candada desde el exterior.
El trayecto del tren era lento, y aprisionados entre
los compañeros, ahogados por el calor y sin espacio, el traslado llegó a ser
una auténtica tortura. La parada final, tras día y medio de viaje, era una desconocida estación llamada Mauthausen; en aquel tren viajaba Emilio Puente y su
cuñado y amigo Emilio Valdajos.
Emilio Puente fue liberado el 5
de mayo de 1945.
Fuente: Etxahun Galparsoro (Prólogo
de Benito Bermejo); Memorias de
supervivencia de un deportado vasco. Enero, 2020
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