Virginia Natividad nació
en la casa paterna de la calle Foncalada nº 38 de Oviedo el 25 de diciembre de 1894, según consta en su certificado de nacimiento . Era hija de Vicente Fernández y de Encarnación Álvarez, naturales ambos de la parroquia de Nimbra, parroquia del concejo de Quirós. Siendo todavía niña trabajó
sirviendo como criada en familias burguesas. Muy jóvenes ambos, Natividad formó
una familia con Amador Álvarez, que trabajaba en la cuenca minera de Asturias como
dinamitero. Tuvieron seis hijos: Amador, Ángel, Sabino, Camila, Ángeles y
Arturo. El padre se mostraba muy preocupado por la cultura, a pesar de que
había aprendido a leer casi al llegar a la edad adulta, era un entusiasta de la lectura y una persona
muy comprometida en las luchas sociales tras una militancia inicial en la CNT.
En octubre de
1928 la familia emigró a Francia, Amador se había quedado sin trabajo y vieron
la oportunidad de ganarse mejor la vida allí. Pensaban también que ese país iba
a poder ofrecer una instrucción a sus hijos que en su tierra de origen les
parecía por el momento imposible. En su periodo en Francia Amador se aproximó a
la ideología comunista.
En Francia, la
familia Álvarez-Fernández se instaló en las zonas mineras del sur,
primeramente en Decazeville y después en Alès, en el departamento del Gard. En
esta última ciudad, en una zona donde abundaban los mineros de origen español,
Amador sigue su actividad militante y participa en numerosas iniciativas
culturales. Allí le encuentra el inicio de la Guerra de España y no tarda
en acudir a defender el legítimo gobierno de la II República con otros voluntarios, mientras su familia entera sigue en
Alès . Pero pronto dejaron de saber nada sobre el paradero del padre, de su destino nunca
pudieron saber noticias precisas, aunque es muy probable que haya sido uno de
los combatientes muertos en el Frente de Aragón a finales de 1936 o principios
de 1937 en los combates en torno a la posición de la Ermita de Santa Quiteria
(Tardienta, en la provincia de Huesca) . Natividad no pudo , aunque lo intentó, llegar
a conocer más información sobre el destino de su marido.
Toda la familia fueron miembros de la resistencia. La madre fue detenida y encarcelada en la prisión de Toulouse. Posteriormente , en el campo de internamiento de Noé (Alto Garona) se reencontró con su hija Ángeles, de 16 años. Durante la ocupación de Francia por las tropas nazis de la Wehrmacht en mayo y junio de 1940, en un breve lapso de tiempo hasta un total de cuatro miembros de la familia Álvarez Fernández fueron capturados. Además de Natividad y su hija Ángeles, también sus hijos Amador y Ángel. En total, tres miembros de la familia iban a sufrir la deportación a campos de concentración nazis. Natividad y Ángeles, seleccionadas por la Gestapo, salían desde la estación de Toulouse el 30 de julio de 1944 para llegar a Ravensbrück el 7 de agosto. Su hijo Amador había sido deportado desde Compiègne al campo de concentración de Dachau mes y medio antes. Evitó ese destino su hermano Ángel, que encarcelado en Saint-Michel en Toulouse , iba en el transporte conocido como el Tren Fantasma hacia la deportación al campo de concentracion de Dachau, del que fue el primero en evadirse saltando del tren en Les Gouzilles-Saint Bazeille.
El infame viaje
a Ravensbrück, en palabras de su hija Ángeles, fueron diez interminables días
prácticamente sin salir de los vagones de ganado:
“Lo que
teníamos era mucha sed, mucha sed… Y aunque la Cruz Roja nos había dado
paquetes, no podíamos comer. Con la sed no podíamos comer. No comíamos
nada. Diez días estuvimos en el tren. Íbamos avanzando, y los maquis intentando
volar las vías. Y después… los otros las arreglaban y nos pasaban por otro
sitio. Y así diez días en el tren… Estábamos todas con una sed que nos
moríamos… por la noche, metíamos la lengua en la pared, en las rendijas del
vagón… porque hacía un poco de frescura… Y… y ya está. No comíamos nada.
Llegamos al campo de Ravensbrück con los paquetes llenos de comida. No podíamos
comer. Es que con la sed, no se come... Es imposible”.
La entrada en
el campo conllevaba la despersonalización, que empezaba por el uso obligatorio
de la vestimenta rayada de las prisioneras y un número de matrícula, a
Natividad le fue asignado el número 49687.
“ Nos…
nos quitan la ropa… Nos dan otra ropa, la que sea… A mi madre le dieron
unos zapatos con unos tacones así… la pobrecita. Y después nos lo cambiábamos
nosotras. Porque no se podía… Te daban cualquier cosa, y la bata… a rayas.”
En determinado
momento, Natividad cayó enferma y Ángeles consiguió que se la admitiese en la
enfermería del campo:
“Mi madre se
puso enferma y yo fui a hablar con Marie Claude Vaillant-Couturier, que estaba
de enfermera en el Revier . Y le dije: por favor, coge a mi madre,
para quitarla del Appell, de las formaciones por la mañana. Ella ha dicho:
“Bueno, la cogeremos”. Pero cada vez que iba a verla, por detrás de las rejas,
me decía. “Hija, llévame contigo. No quiero quedarme, esto me está matando. Yo
quiero ir contigo.” Tenía miedo y prefería irse con su hija”.
Ángeles centró
sus esfuerzos en proteger a su madre, que por entonces rondaba los 50 años y a
quien veía cada día más desvalida y desmoralizada. Ambas iban todavía a vivir
unas circunstancias particularmente difíciles en los momentos finales de la
Guerra. El ejército soviético se acercaba y, al ser evacuado Ravensbrück, las
presas fueron obligadas por los SS a días de marcha interminables mientras
tenía lugar el asesinato de quienes no podían seguir por sus propias fuerzas.
“En
Ravensbruck abrieron la puerta y salió todo el mundo fuera. Y a cada lado,
alemanes con los perros y los fusiles. Si alguien no podía andar, la mataban y ya está”.
Mientras la
columna de mujeres seguía avanzando, algunas presas sufrían mordeduras de los
perros de los SS. Natividad se mostró desesperada en algún momento, pero su
hija acababa consiguiendo que se levantase. Fueron diez días en que dormían en
el suelo, en los campos, mientras se cruzaban con columnas de tanques que
circulaban en todos los sentidos. Un día, inesperadamente, sus guardianes habían huido. Eran ya libres, pero quedaba
por delante un largo camino de regreso. De todos modos, incluso ya de nuevo
viviendo en Alès, el campo de concentración nazi de Ravensbrück nunca iba a
quedar completamente atrás para madre e hija, y la memoria traumática de su
deportación iba a acompañarlas siempre.
Biografía escrita por Begoña Álvarez Cienfuegos
Fuentes:
Amical de Ravensbruck
Investigación Grupo Deportados Asturias
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