Avelino
nació en Mieres el 24 de enero de 1909. En 1934, año de la revolución donde su
pueblo jugó un destacado papel, contrajo matrimonio con Luisa Llaneza García. El
siete de febrero de 1939 llegó a Francia, huyendo de la represión que los
franquistas ejercían en Asturias. Quedaban un par de meses para que acabase, de
manera oficial la guerra en España, pero Asturias había caído en octubre de
1937 y los vencedores aplicaban la cruel venganza sobre todo aquel que había
defendido la legalidad republicana. A falta de estudios concluyentes sobre la
represión en Mieres, podemos hablar de los pequeños museos del horror, que
recuerdan la barbaridad de los vencedores: Fortuna, en Turón, o la fosa de
Vegadotos son dos pequeñas muestras de la persecución que sufrieron los
republicanos. Dos cementerios repletos de cadáveres, símbolos de esos oscuros
años.
El
valenciano Fermín Román fue compañero de Avelino en Francia, en la Alta Savoia.
En una entrevista, para un diario digital de Alzira, narró la detención que
sufrieron por ser miembros de la resistencia francesa. Apresados por las
Milicias de Vichy, en una redada en diciembre de 1943, fueron interrogados y
torturados por la Gestapo. El 27 de enero de 1944 fueron enviados a Compiegne,
de allí a Buchenwald. Se habían convertido en deportados.
Al
campo nazi llegaron a finales de enero, permaneciendo allí hasta su liberación.
Una de las pocas veces que Avelino narró sus desventuras fue para mostrarnos el
fatídico viaje. Sin poder sentarse, sacando el pañuelo por la ventana para
poder llevárselo a la boca y calmar así su sed, viendo intentos de fuga a lo
largo del trayecto hasta que llegaron a Alemania. Allí sabían que Hitler tenía
la complicidad de su pueblo, un intento de evasión en tierras germanas era
sinónimo de delación por parte de la población. Algo que los llevaría a la
muerte.
Román
calcula que solo unas sesenta personas llegaron vivas al campo. Cuando las
puertas del vagón se abrieron fueron recibidos por perros que los nazis
azuzaron contra ellos. Nada más penetrar en el campo fueron sumergidos en una
balsa de agua para ver si llevaban dinero, también se vieron obligados a saltar
un agujero. El que no conseguía hacerlo era golpeado hasta la muerte. Sus
primeras horas fueron terribles.
“Fue
lo peor del mundo”, afirmó Avelino en una de las pocas entrevistas que
concedió. El mierense fue esclavizado por el III Reich, que lo obligó a
trabajar en la construcción de un ramal del ferrocarril. Horas y horas
trabajando sufriendo las inclemencias del tiempo, con una alimentación
consistente en “un agua oscura que llamaban café” y “un trozo pequeño de
margarina y un pedazo de pan negro”. Ante ese déficit alimenticio, se vio
obligado a coger pequeñas plantas, a escondidas, para poder comerlas en la
soledad de la noche. Plantas, que sirven de comida para gallinas y conejos en
cualquier pueblo asturiano, ayudaron a combatir el hambre de Avelino.
El
11 de mayo de 1945 acabó una pequeña parte de la pesadilla del mierense. Y es
que no pudo regresar a España hasta unos años más tarde. Tras la liberación
trabajó en Suiza y Francia. Condecorado por sus servicios pudo, por fin,
regresar junto a su mujer y su hija, ya adolescente. Avelino consiguió rehacer
su vida, al lado de su familia, sin querer recordar el terrible daño sufrido,
pero sin querer que se olvidase nunca aquellos temibles años.
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Biografía escrita por Carlos Barrio
Grupo Deportados Asturias
Fuentes:
Familia de Avelino Álvarez
Alberto Vázquez
Archivo Arolsen
Registro Civil de Mieres
Archivos Nacionales de Francia
Triste historia de Avelino. Que cruda es la vida para muchas personas. Merecen un monumento. Gracias por contarnos esta historia tan aterradora, gracias, gracias, gracias.
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